Infancia e imaginación son un solo cuerpo, no hay escisión posible. Es durante ese lapso de nuestras vidas que la magia realiza su milagro. Las dimensiones, las medidas, las proporciones, los sabores, los colores, se rigen por otros parámetros. El sol, la luna están tan al alcance de la mano, como el devenir de los próximos años se manifiesta distante. A años luz. En el presente continuo de ese momento irrepetible, para mañana falta un montón. Tanto que no tiene sentido pensarlo. ¿Alguien puede ponerlo en duda?
En ese disfrute, que es la vida sin más, lo que está cerca se hace carne y verbo. Es la palabra que nos nombra y nos identifica. Tal como lo pronunciamos lo vivenciamos. Nuestra lengua señala y el corazón advierte.
Así, en el territorio de la imaginación, la cercanía más familiar, el barrio, se convierte por su propio peso, en una geografía inconmensurable. ¿Hasta dónde se extienden sus límites? Es el universo y todos sus sentidos. Los astros, las calles, la familia, los amigos, los animales, las plantas. Todo aquello que nos rodea, sea de manera concreta o solo soñada forma parte de ese microcosmos. De esta manera se instalará en la memoria para permanecer durante el resto de nuestra existencia.
Iván Quinteros en su doble vocación de escritor y docente, conoce bastante de esto. Sabe porque lo vive y sueña todos los días en el aula, en el trabajo, en el escritorio. Y del encuentro de sus sueños y su labor cotidiana nació el barrio La almóndiga.
En esa jurisdicción de la fantasía, recorrerán sus calles, Úrsula, la detective; Ninfa, la jirafa; Miguel es pera; la familia cocotero; Teodora, la vendedora de sueños, y otros tantos personajes. Como a toda patria que se reconozca como tal, no podrá faltarle un “Himno”, ni una biblioteca que es, tal vez, junto con la escuela, el primer escalón hacia la conquista de la liberación personal y colectiva.
En la tradición argentina de poesía infantil inaugurada por José Tallón, consolidada por María Elena Walsh, y luego multiplicada por tantas y tantos escritores, Quinteros encuentra un lugar donde instalar su barrio, y compartirlo con nosotros. Las puertas de La almóndiga están abiertas. ¿Quién se anima a entrar?
Gito Minore
Infancia e imaginación son un solo cuerpo, no hay escisión posible. Es durante ese lapso de nuestras vidas que la magia realiza su milagro. Las dimensiones, las medidas, las proporciones, los sabores, los colores, se rigen por otros parámetros. El sol, la luna están tan al alcance de la mano, como el devenir de los próximos años se manifiesta distante. A años luz. En el presente continuo de ese momento irrepetible, para mañana falta un montón. Tanto que no tiene sentido pensarlo. ¿Alguien puede ponerlo en duda?
En ese disfrute, que es la vida sin más, lo que está cerca se hace carne y verbo. Es la palabra que nos nombra y nos identifica. Tal como lo pronunciamos lo vivenciamos. Nuestra lengua señala y el corazón advierte.
Así, en el territorio de la imaginación, la cercanía más familiar, el barrio, se convierte por su propio peso, en una geografía inconmensurable. ¿Hasta dónde se extienden sus límites? Es el universo y todos sus sentidos. Los astros, las calles, la familia, los amigos, los animales, las plantas. Todo aquello que nos rodea, sea de manera concreta o solo soñada forma parte de ese microcosmos. De esta manera se instalará en la memoria para permanecer durante el resto de nuestra existencia.
Iván Quinteros en su doble vocación de escritor y docente, conoce bastante de esto. Sabe porque lo vive y sueña todos los días en el aula, en el trabajo, en el escritorio. Y del encuentro de sus sueños y su labor cotidiana nació el barrio La almóndiga.
En esa jurisdicción de la fantasía, recorrerán sus calles, Úrsula, la detective; Ninfa, la jirafa; Miguel es pera; la familia cocotero; Teodora, la vendedora de sueños, y otros tantos personajes. Como a toda patria que se reconozca como tal, no podrá faltarle un “Himno”, ni una biblioteca que es, tal vez, junto con la escuela, el primer escalón hacia la conquista de la liberación personal y colectiva.
En la tradición argentina de poesía infantil inaugurada por José Tallón, consolidada por María Elena Walsh, y luego multiplicada por tantas y tantos escritores, Quinteros encuentra un lugar donde instalar su barrio, y compartirlo con nosotros. Las puertas de La almóndiga están abiertas. ¿Quién se anima a entrar?
Gito Minore